En el Bierzo, una fecunda historia espiritual se une al contexto físico. Esta especial conjunción atrajo poderosamente a Ricardo Pérez y Alvaro Palacios, que en 1999 llegan a la zona montañosa de Corullón movidos por la ilusión de ensalzar su potencial vitícola.
Si bajo el domino romano el Bierzo es célebre por los yacimientos de oro de Las Médulas, a partir del siglo XI la región se convierte en la puerta de Compostela, la última etapa del peregrinaje a la tumba del apóstol.
A la vera del Camino de Santiago se asentaron órdenes monásticas procedentes de toda Europa, que trajeron consigo nuevas expresiones culturales, como atestigua el importante patrimonio románico que ha pervivido hasta hoy. Al abrigo de la espiritualidad, los monjes arraigaron una viticultura precisa y sabia. Las viñas de mencía, una uva tinta de estirpe atlántica, heredan el carácter cosmopolita y místico del Bierzo medieval.
En el municipio de Corullón, al oeste de la hoya central del Bierzo, Descendientes de J. Palacios posee 30 hectáreas de viñedo repartidas en 200 parcelas. Es una constelación de minúsculas viñas de cepas viejas sobre suelos muy empinados.
Su cultivo sigue la disciplina de la biodinámica, que aúna lo orgánico y lo inmaterial en una búsqueda permanente de la definición y la pureza. Es un proceso en el que se conjugan el suelo y la planta, el trabajo de los hombres y el esfuerzo de los animales. Y, por supuesto, las peculiaridades de un clima continental con claras influencias oceánicas, como una pluviometría superior a los 800 mm anuales.
Todo ello se refleja en la frescura y la fragancia, la jugosidad y la viveza de los vinos, espejo de la profunda personalidad vitícola de las colinas del Bierzo...